Jane Eyre, de Charlotte Brönte. Reseña


Este libro es la obra más famosa de su autora, aunque no fue el único que publicó, a diferencia de lo que ocurrió con Cumbres Borrascosas, escrito por su hermana Emily. Charlotte vivió algo más que el resto de sus hermanos, aunque todos fallecieron bastante pronto, así que ella tuvo tiempo de escribir más. Cuando tu primera obra es tan buena como Jane Eyre, es difícil superar ese éxito, y es lo que le ocurrió a Charlotte. No es que sus demás novelas sean malas, pero es que el listón quedó muy alto con esta.

Se podría decir que es una novela feminista, también de lucha de clases, porque la historia resultaba casi escandalosa para su época, y sin precedentes. Si su hermana nos dibujaba una historia de pasiones al límite en Cumbres Borrascosas, Charlotte nos presenta una pareja imposible para los cánones sociales. El señor Rochester y Jane Eyre son como la noche y el día, al menos en apariencia, y desde luego en su forma de vida. Cuando ella, tras el paso por un horrible orfanato en el que pierde a su mejor amiga por culpa de una enfermedad contraída entre aquellas frías paredes, llega a casa de Rochester para ocuparse de la educación de su pupila, los prejuicios sociales saltan por la ventana. Pero no sin antes librarse una cruenta batalla.

Jane es una mujer sencilla, casi ascética, que no destaca por su apariencia exterior, probablemente como la propia Charlotte, pero en su interior resulta una mujer deslumbrante, de ideas avanzadas para su época, con un carácter decidido y una disciplina férrea capaz de llevarla donde se proponga. De todas las adaptaciones cinematográficas que existen sobre el libro, me quedo con la protagonizada por Charlotte Gainsbourg, una actriz que tampoco destaca por su belleza, o la suya es bastante atípica, y que se mete en la piel del personaje como si hubiera nacido para eso, aunque el resto de sus películas estén en las antípodas de este drama de época.


Charlotte habla de su experiencia propia como institutriz, ese tipo de mujer instruida pero sin posición social, y rompe una lanza a favor del avance social, a favor de la igualdad mediante el amor en este caso. La escena en la que ella le dice a él que se considera su igual es la mejor de todo el libro, porque también es el momento inesperado de la confesión del señor Rochester. También retrata lo que ocurrió con la muerte de sus hermanas pequeñas en una escuela muy parecida al orfanato del libro. Pero Jane no se deja vencer por las adversidades, ni se deja intimidar por ese hombre irónico que esconde un terrible secreto, lo que convierte al libro en mucho más que una novela rosa, como a veces se le ha encasillado injustamente. Ningún final de los que escribieron las hermanas Brönte fue feliz, como les recriminaba su padre: “hijas mías, a ver cuándo me dais una alegría al final de un libro”, pero dentro de lo que cabe esta historia es la que mejor acaba. Aunque no importa el final del camino sino el trayecto, y en este caso es, aunque suene cursi, un recorrido bello y descarnado, y en definitiva, una obra clásica que no te puedes perder.

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