Cuando
vi la película del mismo nombre, o mejor dicho, el peliculón, volví
a verla muchas veces. John Malkovich, Glenn Close, Michelle Pfeiffer,
incluso unos jovencísimos Uma Thurman y Keanu Reeves, forman parte
del reparto, y el trío protagonista pocas veces logró superar el
listón de sus interpretaciones en esta película de Stephen Friars.
La
historia me cautivó y decidí leer el libro, cuando supe que estaba
basada en uno. Del resto de versiones me quedo con la titulada
Valmont, que también está muy bien. Ninguna es fiel al cien por
cien al original, pero eso es casi lo de menos.
Su
autor era un militar y escritor aficionado, que se propuso escribir
una obra fuera de lo común de la que se siguiera hablando al cabo de
mucho tiempo. Objetivo cumplido, podemos decir, y gran mérito lograr
una obra maestra con un solo libro publicado, como le ocurriera por
ejemplo a Emily Brönte con su perfecta Cumbres Borrascosas. Pierre era un hombre de ideas avanzadas para la época y algo de su feminismo se filtra en esta obra.
Lo
primero que me sorprendió del libro era que estaba formado por
cartas, es decir, pertenece al género epistolar. Vamos, estuve a
punto de no leerlo porque pensé que iba a ser un tostón. Antes de
eso venía el prólogo, claro, que en la edición que leí era
bastante extenso y super interesante. Pero el libro a pesar del tema
de las cartas, se lee muy bien y me gustó tanto o más que la
película. Si no llega a ser por el prólogo, me habría perdido
muchas cosas. Porque es un libro lleno de intenciones. Por si no
conoces la historia, se desarrolla en el siglo 18 en Francia y narra
las aventuras de un par de libertinos, el vizconde Valmont y la
marquesa de Merteuil, grandes representantes del teatro social de la
época, en la que imperaba la hipocresía, la doble vida y la falta
total de escrúpulos entre una aristocracia aburrida sin ideales. Al
menos eso es lo que intenta transmitirnos su autor, que algo sabría
del tema.
La
personalidad del par de libertinos da para un tratado de psicología
y casi no me cabe duda de que están inspirados en personas de carne
y hueso. En cuanto a los demás personajes, destaca Madame de
Tourvel, la cándida e inocente corderita a la que se propondrá dar
caza Valmont al precio que sea. La escena en la que consigue su
propósito carnal, por decirlo finamente, es directamente literatura
erótica. No es que sea explícita pero tampoco escatima en detalles.
Por su parte, la marquesa de Merteuil se entretiene con el enamorado
de otra chica angelical, salida de un convento de monjas, a quien
también seduce Valmont para convertirla casi en una mujer de la
calle, y todo por venganza hacia el prometido de la chica, a quien le
ha jurado guerra la Merteuil. Con esa trama, tenemos los ingredientes
de un thriller psicológico de época perfectamente engarzado.
Podemos
enlazar esta historia con la de cualquier variante del Don Juan o
Casanova. Es de esos mitos universales que se repiten en la historia
de la Literatura: el cazador de mujeres que está de vuelta de todo y
que sucumbe ante la pureza de la chica ultra decente. Pero en este
libro se habla de muchas otras cosas, pues ante todo es un retrato
social, y en ese sentido, se condena a la Merteuil cuando salen a la
luz sus tejemanejes, pero con Valmont, por ser hombre, utilizan otro
rasero. Hay un contraste entre lo que ocurre en el campo, que
simboliza la tranquilidad y la decencia, y lo que ocurre en la
ciudad, escenario de una auténtica guerra de sexos. Como dice cierto
personaje: nada de lo que ocurre me sorprende, lo único que me
sorprende es lo poco que cambia el mundo; los hombres son felices con
la felicidad que reciben y las mujeres, con la felicidad que dan.
Como
curiosidad, hubo hasta un grupo musical español con este nombre.
En
resumen, una historia que no pasa de moda y que te recomiendo al cien
por cien.
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