La cuarta memoria, de Esteban Navarro. Reseña


Género: intriga, novela negra, policíaca, contemporánea
Editorial:  autopublicado, 341 páginas


Sinopsis

Teresa, una empleada de limpieza de la comisaría de policía de Huesca, le regala a su hijo una memoria USB que adquiere a través de una página de internet.
Su hijo, Alejandro, pone el grito en el cielo cuando se da cuenta de que el regalo de su madre no es nuevo y contiene una carpeta oculta que el anterior propietario no borró. En esa carpeta hay un archivo protegido con contraseña.
La madre, ante las protestas de su hijo, decide devolverlo. Busca en el albarán el nombre de la tienda y viaja hasta Zaragoza para entregarlo en mano, ya que quiere quejarse al vendedor de que ha pagado como nuevo algo que es usado.
Esa misma tarde, la policía halla el cadáver del vendedor en el interior de la tienda. Y tanto Teresa, como su hijo, sospechan que lo han asesinado por el contenido oculto del pendrive.


Empiezo por comentar que la sinopsis adelanta bastante los acontecimientos, pero el libro no esconde demasiado las costuras de la trama. El lector sabe antes que el inspector de policía casi todo lo que ocurre, y lo que no sabemos, se presupone con cierta facilidad. Dotar a la historia de algo más de intriga le hubiera dado más emoción.

En esta novela, ambientada hace un par de años, en la pre-pandemia, el autor aborda los riesgos de las nuevas tecnologías y traza una radiografía social de familias desestructuradas, adolescentes que apenas salen de su habitación y varios asuntos más, propios de nuestra época contemporánea.

Al principio es un poco lioso hasta que memorizas las diversas historias, en teoría inconexas,  que se entrecruzan y se desarrollan a caballo entre dos localidades españolas. El atractivo principal del libro es precisamente encajar todas las piezas del puzle y jugar a acertar lo que ocurre antes de que se nos desvele, o lo descubra el inspector Castillo. 

La narración va alternando el punto de vista, de manera que acompañamos a cada personaje en un momento dado. Sin embargo, algunos personajes quedan fuera de nuestro alcance, lo cual los convierte en sospechosos.

La redacción es correcta aunque no está libre de algunos errores de formato, como guiones que faltan o sobran en los diálogos, la confusión entre "sino" y "si no", y cosas así. 

 ¿Por qué los habrían citado, sino?

—Has encontrado algo interesante —le preguntó Longo.

Pues para ser una pregunta, los signos de interrogación brillan por su ausencia...

Y el secretario judicial se fue acompañando al forense, que por lo visto se conocían.

Esta frase está tan mal construida que lastima la vista. "Y el secretario judicial se fue acompañando al forense, al que por lo visto conocía", o bien "Y el secretario judicial se fue acompañando al forense, ya que (o puesto que, o porque), por lo visto, se conocían." 

Como ocurre en el resto de sus libros, el pasado de policía del autor se nota cuando habla de asuntos que, obviamente, conoce bien:

La desidia y el sueldo tan bajo se alían para que muchos policías no presten la atención necesaria a las investigaciones.

Esta novela es más ágil que otras suyas, pero no se libra de caer en resultar un tanto repetitivo a la hora de exponer hechos que ya sabemos de sobra. Una elipsis aquí y allá nos ahorraría tener que leer de nuevo cómo encontraron tal cadáver o qué saben los testigos.

La memoria a la que hace referencia el título se refiere a un conflictivo pendrive sobre el que me extenderé en el spoiler. Lo que sí puedo comentar, ya que sabemos por la sinopsis que es de segunda mano, es esta sorprendente afirmación: 

Entonces recordó que en el bolsillo de su chaqueta tenía la memoria de 128 que le devolvió el banquero. Alguien que pedía una memoria de ese tamaño, seguramente no exigiría que fuese veloz, por lo que no se percataría de que era una memoria antigua. Se metió en el almacén y rebuscó en las estanterías una caja que le sirviera para entregarla como si fuese nueva.

No sé el criterio de dónde sale, pero creo que todos queremos que nuestros dispositivos sean rápidos, con independencia de sus otras características.

No desvelo nada si digo que el archivo de marras que está protegido por contraseña se llama pota. Al hilo de esto, se produce este diálogo:

—Es como el calamar. 

—¿Y por qué no se llama calamar? ​

—No sé, chico, aquí lo llamamos pota. Pero si te apetece, llámalo calamar

—¿Y de dónde viene el nombre de pota? ​El hombre mostró sorpresa, como si se sintiera interrogado. ​

—No sabría decirle —se disculpó—. Pero creo que es una palabra catalana y tiene que ver con las patas del calamar. 

​—Piernas —susurró Castillo. 

​—Sí, si prefiere decirlo así. Pero vamos, son las patas del calamar.

Basta con mirar el diccionario para saber que pota es una palabra española y es un calamar basto. No son las patas y no es lo mismo calamar que pota.  

El hecho de que Teresa viaje hasta otra ciudad para devolver el pendrive puede resultar creíble si tenemos en cuenta que son fechas navideñas y quiere que el regalo esté a tiempo y tal. Pero hay otras cuestiones que resultan más difíciles de creer. en concreto, dos, que destriparé en el spoiler.

Como ocurre en otros de sus libros, el autor incluye una cita famosa o de algún escritor al comienzo de cada capítulo. Me parece meritorio porque debe encajar con algo de la trama.

A pesar de sus fallos, se trata de una entretenida novela policíaca sobre las casualidades y los oscuros secretos inconfesables que guarda quien menos te lo esperas.


Spoiler

El jaleo que se monta con el pendrive está un poco cogido por pinzas. Una búsqueda rápida de pendrives de 128 gigas nos da precios por debajo de 20 euros. Lo fácil era formatearlo y aprovecharlo, que siempre viene bien tener dispositivos de almacenamiento. Que el marido de Emma se quiera deshacer de él porque le da mala espina o porque sí, y en vez de tirarlo a la basura lo revenda, literalmente por un billete (como digo, más de 20 y encima estando usado, no iba a conseguir), le pega más a un adolescente escaso de dinero que a nada menos que un banquero. A esto sumamos que el pendrive es super sospechoso, puesto que el hermano de Emma pregunta por él, pero su cuñado no tiene otra cosa mejor que hacer que ganarse unos euros. 

No sabemos a qué precio lo revende el de la tienda de informática, pero la compradora, Teresa, cree que es carísimo:

Teresa pensó en cómo podía costar tanto una mierda de memoria USB que apenas tenía el tamaño de un dedo.

Si estuviésemos hablando de un disco duro externo de buena marca y 500 gigas, la cosa tendría más sentido.

La sub-trama de la madre ninfómana de Fidel aporta poco más que una especie de cuota forzosa de escenas de sexo, a no ser que también intentase ser una pista falsa.

Nadie sabe qué significan las misteriosas letras del archivo encriptado, hasta que de repente:

Y lo averiguó una adolescente de quince años con solo echar un vistazo a las anotaciones que durante dos semanas estuvo mirando y remirando sin llegar a ninguna conclusión. Y el grupo de Escobar no fue capaz de averiguarlo cuando lo estuvieron investigando.

¿Increíble? Inverosímil en mi opinión, a no ser que la niña sea superdotada, algo que no se comenta que sea el caso.

Pero lo más sorprendente de todo, aunque Edgar sea sospechoso desde que hace preguntas raras sobre su hermana, es que realmente sea el culpable de los asesinatos, especialmente por la posible justificación de los mismos.

Con dos muertes a sus espaldas, la del hombre que atropelló a su hermana y la de esa chica, no podía dejar que la policía diera con las fotos que tomó su hermana en las agresiones de agosto, porque de hacerlo todos caerían en desgracia. Ella por lo que hizo. Y él por los dos crímenes. Y todo, absolutamente todo, se podía evitar si se deshacía de cualquier prueba que relacionara a su hermana con esas chicas.

...¿En serio? Que tengas un familiar pervertido, que tampoco es que haya matado a nadie, se supone que te puede salpicar a ti en tu reputación. Y haces lo que sea necesario, matar y suicidarte inclusive, por tapar los errores del otro, u otra, en este caso. Que levante la mano quien crea que esto es medio normal.

—Prométeme una cosa, Edgar —escuchó las palabras de Emma, una de las últimas veces que hablaron—. Si algún día alguien lo supiera, prométeme que protegerás a mi familia.

El hermano, si dejamos aparte que es un asesino, merece ser canonizado por la manera que tiene de proteger la reputación de la hermana, y por extensión, la del resto de la familia. Si al menos se tratase de un amor incestuoso o de una relación más intensa como madre e hijo, podría ser más creíble. Pero un hermano, policía para más señas, metiéndose en esos fregados por una hermana con la que no convive hace años... me resulta muy poco verosímil. Y el policía también se apunta al bando de defensores del honor y guarda el secreto de Emma. Pues "qué bien" para las víctimas y sus familias.

1 comentario:

  1. El autor se desvive en describir con excesivo detalle cualquier cosa. Fallos garrafales de ortografía. Es la segunda y última que leo y gracias que me las dejaron no he gastado ni un duro en estos panfletos. No recomiendo.

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