Yo, precario, de Javier López Menacho. Reseña



Género: crónica, no ficción, autobiográfico

Editorial: Caja baja (13 octubre 2022)

Nº páginas: 196

Sinopsis:

Hace diez años, en lo más hondo de la crisis económica y obligado por la aritmética de la necesidad, Javier López Menacho aceptó trabajar como mascota para una conocida marca de chocolatinas. Durante ocho horas al día bailó y cantó en el interior de un pesado traje sin ventilación. Su puesto duró lo que duró la campaña publicitaria, sin embargo, tardaron meses en pagarle. Dentro iba en calzoncillos. Este es solo el primer peldaño de un descenso a los infiernos del mundo laboral.
Yo, precario recoge las experiencias, vejaciones y desilusiones que el autor se ha encontrado a lo largo de la última década mientras saltaba de un trabajo temporal a otro. Es el testimonio lúcido de una precariedad que aún perdura y una crónica que narra pensando y cuestionando el trabajo como centro de la identidad contemporánea.

Doy por sentado que la mayoría de los que nos hemos adentrado en el mercado laboral por primera vez en las dos últimas décadas nos vemos tristemente reflejados en lo que se cuenta en este libro. Da igual lo distinto que sea el campo profesional en cuestión; todos comparten esa terrible palabra, tan frecuente donde quiera que mires: precariedad.

Cuando vi este libro en la lista de posibles lecturas de "masa crítica" de Babelio, me atrajo como un imán. Por suerte, me tocó un ejemplar para reseñar y lo leí del tirón, a pesar de no ser especialmente breve.

El autor trata de dar unas pinceladas de humor a su crónica de la explotación laboral, pero abunda la desolación, tanto en su discurso narrativo como en la sensación que deja en el lector y confidente, pues llegas a sentirte frente a un espejo que te recuerda esos trabajos basura en los que, encima, sin saber bien por qué, te dejabas la piel.

Como primera conclusión, sabemos que, "trabajo" hay; otra cosa es que se le pueda llamar trabajo a ganar cuatro euros por hora. También hay cuestiones adyacentes al tema de los suburbios laborales, como la inseguridad ciudadana. Sufrir un atraco callejero le puede ocurrir a cualquiera en cualquier escenario, aunque aquí el suceso añade dramatismo a todo lo demás. 

El libro es una crónica y, por tanto, recopila una sucesión de anécdotas y momentos vitales del narrador. El interés, más allá de dejar constancia de una época, es abrir debates y plantear interrogantes. Creo que el lector puede ir sacando conclusiones, sobre las que no siempre reflexiona el protagonista. Personalmente, creo que la culpa de los niveles de degradación laboral alcanzados en este país en las últimas décadas no es culpa únicamente de los explotadores. Y esto no forma parte de una crítica literaria, pero no me puedo resistir a comentarlo. Como digo, me parece una cara de dos monedas, en la que los explotados tienen su parte de responsabilidad al tragar con todo y querer vivir por encima de sus posibilidades. Como muestra, tenemos el momento en que el narrador gana unos 30 euros en una semana y se lo gasta todo en copas en una sola noche ese finde.

Si nadie aceptase un trabajo basura, no tendrían más remedio que mejorar las condiciones. Hay gente que trabaja porque se aburre y el sueldo le da lo mismo. Hay quien se va de casa de sus padres al precio de vivir como un indigente, en vez de esperar un poco más y aprovechar el colchón financiero para formarse o reinventarse para aspirar a otra cosa. Porque esa es otra. En esta historia no queda claro a qué pretende dedicar su vida el autor. Que está claro que tener una carrera no te garantiza un buen trabajo, pero aquí vemos supervivencia guerrillera pura y dura, con una serie de "trabajos" que son simplemente cualquier cosa que sirva para pagar el alquiler. ¿Para qué sirve entonces independizarse si vas a vivir en un cuchitril en el que caerás agotado después de todo el día fuera?

Se trata, en resumen, de bajarse los pantalones y traicionarse a uno mismo, como dice el autor en cierto fragmento. Cuando vendes tu dignidad laboral por cuatro euros la hora, parece que lo único que te queda por probar es hacerle la competencia al mendigo de la esquina, como ocurre literalmente aquí.

El libro da un salto en el tiempo para ampliar la primera versión que el autor logró publicar una década atrás (al menos consiguió hacerlo con una editorial; todo un "logro" social, aunque obviamente no iba a salir de pobre escribiendo un solo libro). Por cierto, que parece que el respaldo editorial no evita que se cuele alguna errata: comienzó. En la parte final nos encontramos con una persona que abandona la precariedad de forma transitoria, gracias a otra lacra frecuente: el enchufismo. A partir de ahí asistimos a otro tipo de precariedad, a pesar de que el sueldo sea más digno. La guerra sucia por seguir en un puesto que solo te da dinero pisando a quien haga falta, la injusticia del sistema jerárquico, y la incertidumbre constante de saber que por tener ya un curriculum y haber estado en un trabajo decente no te libras de regresar otra vez al colectivo de los parias precarios.

De nuevo, en esta parte del libro me choca esa deriva, esa carencia de objetivo, de pasión concreta que te lleve a perseguir tu sueño. El chico llega a trabajar para una empresa de coches sin tener ni coche ni carnet.

Como conclusión, un libro interesante pero que no cuenta nada nuevo a poco que conozcas el panorama laboral, y que podría tener secuela como dice el epílogo, porque la precariedad no cesa, ni tiene pinta de hacerlo nunca. 

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