Ritual de duelo, de Isabel de Naverán. Reseña



Editorial Consonni, 135 pgs

Género: no ficción, elegía

Sinopsis:

Coincidiendo con el aniversario de la muerte de su madre, Isabel de Naverán escribe un diario de duelo. La acción física de escribir se convierte para la autora en un ritual, el gesto que transforma y resignifica la experiencia vivida. El libro discurre como una voz que toma consciencia de su propio estado de duelo, adoptando por momentos la naturaleza de una carta escrita hacia la madre, en busca de una nueva forma de presencia. Imágenes, recuerdos y observaciones de los estados cambiantes que siguen a un impacto vital se organizan en breves fragmentos formando una constelación en que distintas voces se cruzan. Quien recuerda lo que alguien dijo es ahora quien piensa o evoca y el yo se desdibuja para dar espacio a un entrecuerpos, un lugar de enunciación que es necesariamente inestable, generoso, táctil.

La autora trata de recuperar los últimos días de la vida de su madre cuando, afectada por una enfermedad degenerativa, se dispuso a morir rodeada de sus seres queridos y en su propia casa. Este escrito está marcado por lo vivencial y atravesado por la consciencia de una transformación que se da durante el tiempo inmediatamente posterior a la muerte de alguien querido. Este libro da cuenta de cómo se resignifica cada pequeño detalle de la vida cotidiana, modificándola sin vuelta atrás. Da cuenta, también, del ímpetu físico y vital que se experimenta en el periodo de duelo, una mezcla entre la pena y la alegría, un estado a veces lleno de contradicciones.


Lo primero que tengo que comentar es que me resulta difícil reseñar algo tan personal como lo que contiene este libro. ¿Cómo ponderar la forma de asumir la muerte de un familiar o de contarlo? Supongo que tendré que centrarme en lo segundo, en la forma, más que en el fondo.

El relato mezcla una especie de diario de los hechos con reflexiones en tono más poético. El esquema no es el típico de capítulos, pues a veces un solo párrafo en una página es un apartado independiente. A ratos la narración se vuelve un tanto abstracta y desconcertante, pero por lo general se lee del tirón. El hecho de que sean pocas páginas ayuda a su lectura fluida, aunque lo que se narra no hace que sea una lectura ligera. 

Hay escenas que te remueven por dentro, sobre todo si has sufrido una pérdida igual de cercana. Sin embargo, a pesar de lo que indica el título, la fase de duelo se describe poco, por desgracia. Es más bien una especie de preparación para la muerte, y no un manual acerca de superar un duelo, aunque para la autora haya sido curativo el haberlo plasmado en letras.

En caso de que el lector busque recetas para el dolor, hay que tener en cuenta que la historia cubre una forma concreta de muerte. Es decir, no es lo mismo cuando alguien muere en un accidente repentino, o de pura vejez, o en la flor de la vida, etc. Aquí tenemos una especie de muerte anunciada, pues se trata de una enfermedad degenerativa y la madre decide que no quiere seguir viviendo. No es eutanasia pura, pero se le parece. 

Si todas las muertes no son iguales, en el sentido que comentaba en el párrafo anterior, tampoco las reacciones de los allegados son las mismas. Cada persona y cada familia asume estos acontecimientos a su manera, según sean creyentes o no, lo unidos que estén, etc. En este libro se trata de una familia numerosa que forma piña, y que hace cosas que a mí al menos me sorprenden, como ponerse a cantar rodeando a la madre agonizante. 

Al hilo de esto, recordé un artículo de un prestigioso psicólogo, Rojas-Marcos, que leí hace años. Trataba de cómo no estamos preparados para afrontar la muerte como un momento "feliz". Él proponía algo parecido, una reunión de los seres queridos para despedir de forma serena y alegre al que se va. Me impactó la idea, porque aunque parezca razonable, todos sabemos lo duro que resulta hacer algo así.

Supongo que en un caso de enfermedad degenerativa no procede darle vueltas a las posibles desavenencias que puede haber en cuanto al derecho del familiar que se va apagando de decir "basta", pero quizá el relato adolece de un exceso de blancos sin negros y casi ningún gris. Que todos acepten de forma natural la idea de una muerte programada se me hace extraño, pero como dije antes, cada familia es un mundo.

La madre es una presencia constante, como es lógico, y por lo que podemos entrever, se trata de una persona fuerte a pesar de todo, que mantiene su lucidez y su voluntad hasta el final. Y, desde luego, valiente para tomar semejante decisión. 

Un libro, en resumen, que toca un tema aún tabú como es la muerte. Incluso aquí, se despacha el tema del funeral y entierro mediante una sola palabra en sendas páginas. Quizá no haya nada más que añadir, claro. 

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