Género: LGBT, ficción contemporánea, novela juvenil
Editorial: Espasa. 316 pgs
Sinopsis:
Lo primero que me chocó del libro tras un par de capítulos es que el autor repite conceptos a menudo, como si hicieran falta diez páginas sobre una misma idea para que el lector la capte. Eso hace muy cuesta arriba su lectura, y la cosa empeora a medida que avanza la trama.
El argumento es sencillo: un crimen terrible cometido supuestamente por un adolescente "normal". Pero lo de menos es la trama. El libro es una excusa para mostrar una radiografía social en la que se reparte estopa a todos los niveles: profesores, alumnos, padres y gente en general. Lo de matar a los padres está de triste actualidad con la noticia reciente del quinceañero que mató a toda su familia porque lo castigaron sin internet ni consola. Y esta historia, escrita hace una década, refleja un castigo parecido. Supongo que hoy en día es el castigo habitual y el que más daño puede hacer, dada la adicción tecnológica que padece la mayoría de jóvenes y no tan jóvenes.
Pero el libro no habla de buenos y de malos, sino que reparte la culpa entre todos: profesores sin vocación que tienen bastante con sus dramas personales, la pérdida de respeto y violencia generalizada y naturalizada que se vive dentro y fuera de las aulas (aunque no todos los jóvenes son así ni reaccionan igual), los padres que intimidan a los profesores, y un etcétera que todos conocemos.
Al comienzo del libro sabemos cómo acaba todo y tenemos a un periodista que trata de escarbar en los hechos por si hubiera algo más de lo que sugieren las evidencias. El problema es que el sistema de entrevistas con los conocidos del chico se hace muy pesado, y además el periodista no es precisamente Sherlock, o eso le interesa al autor para multiplicar páginas y estirar párrafos.
Creo que todos podemos tener flashbacks al leer ciertas cosas, porque parecen verdades universales en cualquier centro educativo. Profes que se vuelcan con quienes menos lo necesitan, con los brillantes, en vez de con los que necesitan un empujón, o maestros que ponen motes a los alumnos, tal como ocurre a la inversa.
Otro asunto que se toca en el libro es el uso generalizado de las drogas, del alto porcentaje de porretas que hay en esas edades, mientras los adultos fingen no saberlo. En fin, para todo esto que cuento no hace falta leer un libro, creo yo.
Si veis la serie basada en el libro, ya basta el tráiler para entender por dónde van los tiros y cuál es el secreto que sale a la luz a lo largo de muchas páginas. El autor es profesor de Lengua y Literatura así que conoce el mundillo de instituto, pero le cuesta resumir, da vueltas como los adolescentes perdidos a los que retrata, conjetura y abre debates, seguramente necesarios, o hasta imprescindibles, pero para eso creo que mejor hubiese bastado un ensayo sobre docencia, adolescentes y diversidad sexual.
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