La edad de la ira, de Fernando J. López. Reseña



Género: LGBT, ficción contemporánea, novela juvenil

Editorial: Espasa. 316 pgs

Sinopsis:

Marcos, un adolescente de clase media, asesina a su padre y deja malherido a uno de sus cuatro hermanos.

Amigos, familiares, profesores de Marcos: nadie se explica lo sucedido. Nadie pudo preverlo. Las imágenes del crimen acaparan los medios. La violencia adolescente se adueña, de nuevo, de la actualidad.

El crimen de Marcos no es un suceso aislado. Demasiados casos en los últimos años de menores envueltos en situaciones de extrema violencia. Bullying. Acoso cibernético. Ataques racistas. Trapicheos con drogas. Vídeos en YouTube con humillaciones a profesores. Docentes deprimidos. Fracaso escolar... ¿La culpa es de los adolescentes? ¿De sus profesores? ¿De sus padres? ¿Hay en verdad culpables o somos todos víctimas?

Un periodista, impulsado por estos interrogantes, decide adentrarse en el entorno del asesino. ¿Qué sucedió el día del crimen? ¿Cómo fue la semana anterior a los hechos?

En el instituto en el que Marcos cursa el Bachillerato, entre apuntes, pizarras y claustros, El reportero buscará la verdad, recopilando los testimonios de quienes formaron parte del mundo de Marcos durante aquellos días. Un mundo en el que sólo parece regir una única ley y una única edad: la edad de la ira.

Lo primero que me chocó del libro tras un par de capítulos es que el autor repite conceptos a menudo, como si hicieran falta diez páginas sobre una misma idea para que el lector la capte. Eso hace muy cuesta arriba su lectura, y la cosa empeora a medida que avanza la trama.

El argumento es sencillo: un crimen terrible cometido supuestamente por un adolescente "normal". Pero lo de menos es la trama. El libro es una excusa para mostrar una radiografía social en la que se reparte estopa a todos los niveles: profesores, alumnos, padres y gente en general. Lo de matar a los padres está de triste actualidad con la noticia reciente del quinceañero que mató a toda su familia porque lo castigaron sin internet ni consola. Y esta historia, escrita hace una década, refleja un castigo parecido. Supongo que hoy en día es el castigo habitual y el que más daño puede hacer, dada la adicción tecnológica que padece la mayoría de jóvenes y no tan jóvenes.

Pero el libro no habla de buenos y de malos, sino que reparte la culpa entre todos: profesores sin vocación que tienen bastante con sus dramas personales, la pérdida de respeto y  violencia generalizada y naturalizada que se vive dentro y fuera de las aulas (aunque no todos los jóvenes son así ni reaccionan igual), los padres que intimidan a los profesores, y un etcétera que todos conocemos.

Al comienzo del libro sabemos cómo acaba todo y tenemos a un periodista que trata de escarbar en los hechos por si hubiera algo más de lo que sugieren las evidencias. El problema es que el sistema de entrevistas con los conocidos del chico se hace muy pesado, y además el periodista no es precisamente Sherlock, o eso le interesa al autor para multiplicar páginas y estirar párrafos. 

Creo que todos podemos tener flashbacks al leer ciertas cosas, porque parecen verdades universales en cualquier centro educativo. Profes que se vuelcan con quienes menos lo necesitan, con los brillantes, en vez de con los que necesitan un empujón, o maestros que ponen motes a los alumnos, tal como ocurre a la inversa. 

Otro asunto que se toca en el libro es el uso generalizado de las drogas, del alto porcentaje de porretas que hay en esas edades, mientras los adultos fingen no saberlo. En fin, para todo esto que cuento no hace falta leer un libro, creo yo.

Si veis la serie basada en el libro, ya basta el tráiler para entender por dónde van los tiros y cuál es el secreto que sale a la luz a lo largo de muchas páginas. El autor es profesor de Lengua y Literatura así que conoce el mundillo de instituto, pero le cuesta resumir, da vueltas como los adolescentes perdidos a los que retrata, conjetura y abre debates, seguramente necesarios, o hasta imprescindibles, pero para eso creo que mejor hubiese bastado un ensayo sobre docencia, adolescentes y diversidad sexual.

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