Deliciosamente vulnerable, de Clara Voghan. Reseña.



Género: romance, erótica, ficción contemporánea

Editorial: Reading and Relax. 307 páginas

Sinopsis:

Marcela y Diego pertenecen a mundos diferentes.
Ella quedó huérfana a temprana edad y fue criada en una convento de monjas. La pobreza y la escasez modelaron su espíritu sin mellar la dulzura y bondad de su persona. Muy comprometida con la fe y abocada por completo a sus estudios universitarios, no encuentra demasiado encanto en las cosas materiales ni en relaciones fáciles y pasajeras, que su belleza le procura con frecuencia.
Diego, en cambio, pertenece a una clase rica y acomodada. Ha heredado de su abuelo el amor por las Ciencias Económicas, y de su padre su habilidad con las mujeres. Pero junto con el nombre y el apellido, existe también una consigna apremiante: “Un Méndez Cané nunca pierde”. A punto de recibirse de Contador, es una verdadera leyenda entre sus compañeros, no sólo por sus conquistas, sino también por su inteligencia. Únicamente una “geniecito” le hace sombra: Marcela Medrano.

Esta novela se nos presenta no con la consabida estructura de capítulos sino organizada por “ciclos de la lavadora” y se enmarca en la crisis Argentina del 2001, de la cual Clara Voghan nos deja algunas pinceladas en su prólogo.

La historia, de un erotismo osado y recurrente, brinda a la autora una excelente oportunidad para explorar las profundidades del alma de los amantes en los intrincados conflictos entre la virtud y el deseo.

Esta clase de libros, obviamente, tiene su público. A mí me cuesta tragarme la enésima historia que usa el mito de don Juan y doña Inés. Aquí tenemos a un tipo mujeriego, pero infeliz, aunque no lo sepa hasta que se topa con la virginal y beata cerebrito que esconde su cuerpazo por modestia y decencia. A él le da alergia el compromiso y tiene miedo de amar. Son dos contrarios que se atraen y muy pasados de rosca en sus respectivos papeles. El tipo se acuesta con miles de mujeres sin remordimiento y ella es una casi monja que se crio en un convento y que adora rezar e ir a misa. Él no quiere amor, solo sexo, y ella piensa lo contrario. 

El libro está correctamente escrito, o revisado, pero cuesta leer sus muchas páginas. La historia se engorda con otras historias secundarias de las compañeras de residencia, que se me hicieron bastante pesadas todas, y se prolonga hasta el bostezo por culpa de un tonto malentendido que hace que los enemigos, y posteriormente enamorados, vuelvan a la casilla de salida. Ella es tan santa (y tonta) que se hace cargo del hijo de otra a sus 23 años. Menos mal que a veces reacciona y le arrea un guantazo a los que quieren meterle mano. 

Hay abortos de casi niñas y violaciones, como si fueran algo habitual; temas serios mezclados con la frivolidad de la juventud desenfadada que da un resultado extraño al conjunto del libro. No faltan tampoco los manidos tópicos acerca de lo putas que son las mujeres que hacen lo mismo que hacen ellos. Ni falta la tonta idea del amor tóxico por el que te enganchas sin remedio de un tipo malvado.

Quizás no era la primera vez que la violaban... Quizás alguna de esas noches en blanco, cuando todavía era adicta y se despertaba bañada en vómito y semen...

Elu sabía que existían ciertos negocios que, por más ventajosos que parecieran, había que dejarlos pasar. Y acostarse con una menor era uno de ellos. ¡Lástima! La mocosa tenía uno de los mejores culos que hubiera visto en su vida.

Las muchachas venían a Buenos Aires con la excusa de estudiar, pero lo que querían de verdad era acostarse con todos. Y es que, ¡no había nada que hacer!, las mujeres eran todas putas... Y dentro de unos días él iba a poder “disfrutarlas” a todas.

De esta mala persona estaba enamorada. Y ahora no podía arrancarlo de su corazón.

En cuanto a la pareja protagonista, ella piensa constantemente en que ese hombre "le puede" y eso le hace sentir vulnerable, como indica el título. 

Subió dócilmente, (¡qué horror!, ¡ese tipo la podía!).

Pero lo que más le atraía era su mirada. Ella podía saber con exactitud lo que él pensaba con sólo asomarse a esos ojos... Pero a la vez se sentía desnuda y vulnerable cada vez que lo hacía... Deliciosamente vulnerable.

Más tópicos: la supuesta vejez de una mujer que no se casa antes de los 30:

Y cuando una mujer envejece... Yo cumplí veintiocho anteayer.

—Bueno, es que te vas acercando a los treinta, y es hora de que pienses en establecerte.

De vez en cuando hay alguna reflexión medio interesante:

Richard pidió un tiempo para pensarlo, (después de todo, apenas había tenido seis años para hacerlo), y Agustina, que sintió el ruido de su corazón al romperse cuando él lo hizo, se lo concedió. A los tres días la llamó, (los peores tres días de su vida, ya no sabía si por el miedo a perderlo, o por el enojo de que él lo dudara tanto), la invitó a un restaurante caro, le compró flores, y le hizo la gran propuesta: irse a vivir juntos. No era precisamente lo que Agustina esperaba, pero era todo lo que ese hombre miserable era capaz de dar. Ella aceptó sin poner condiciones, pero en su corazón algo se cerró: juntos o separados, supo que siempre iba a estar sola.

El protagonista se entera del malentendido que nosotros ya conocemos desde cien páginas atrás, en la línea del más típico de los culebrones.

Las escenas eróticas son también súper típicas y ridículas:

La inundó con su masculinidad y la hizo suya.

La poseyó en el sillón mientras ella acariciaba sus cabellos, en la cocina cuando preparaban la cena, sobre la mesa en que tantas horas habían estudiado. No quedó fantasía por realizar, ni sueño por volver realidad. Y cuando no tenían sexo, simplemente seguían haciendo el amor.

En resumen, un libro que no aporta gran novedad, pero que gustará a los incondicionales de este tipo de historias.

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