Advertencia: mi reseña está llena de spoilers.Creo que he necesitado que pasaran 20 años desde que leí el último libro de la saga para poder leer esta obra y asimilar que Harry Potter ya es adulto, tiene hijos y todo eso. Sólo así he podido disfrutar de esta adaptación de la obra teatral, porque ya adelanto que me ha hecho disfrutar y regresar al mundo mágico que tanto me marcó en su momento.
Como gran fan y conocedora de la saga, y tras las críticas que había oído acerca del montaje teatral, no sabía qué iba a encontrarme. Aunque lo negativo se refería a cuestiones tan obviamente criticables como que Hermione, de repente, fuera negra.
Mi opinión resumida es que parece una especie de fanfic oficial para cerrar de alguna manera la vía que quedó abierta al final del libro séptimo. Las historias de las películas posteriores sobre Animales fantásticos me interesan poco, sobre todo porque no tenemos al trío de personajes principales. Esta secuela es pura nostalgia para fans, y debes conocer bien la historia original para no perderte con los personajes y el argumento.
La historia arranca justo en la misma escena final de la saga, con Harry despidiéndose de su hijo pequeño en el andén antes de que este vaya a Hogwarts por vez primera. En vez de contarnos lo que pasa durante el par de décadas previas y llenar el hueco entre la batalla contra Voldemort y el presente, seguimos desde ahí, sin que haya tampoco flashbacks sobre esos años. Se da por sentado que sus vidas han sido tranquilas e incluso aburridas. Pero algo está a punto de cambiar.
La primera sorpresa es darnos cuenta de que Albus, el hijo de Harry, que parecía tener conexión con su padre, realmente tiene una relación complicada con él, hasta el punto de que apenas se soportan. Harry llega a justificar ese conflicto por el hecho de que él no tuvo padre, pero es que Albus no es su primer ni único hijo, así que la explicación queda rara. Además, Harry no tuvo padres pero hay varios adultos que lo quieren como a un hijo, por ejemplo, los padres de Ron, Sirius, y por supuesto, Dumbledore. Aquí se produce una emotiva charla entre Harry y su querido profesor, en la que el anciano dice que no sabía amar, o le daba miedo hacerlo, y ambos acaban diciéndose "te quiero", algo bastante obvio durante toda la saga.
Harry nunca fue un héroe típico, y por eso me gustaba tanto. Era un chico normal al que se le viene encima una misión que le quedaría grande a cualquiera. Y la tarea de ser padre tampoco debe ser fácil. En cuanto a Albus, parece que teme ser devorado por la sombra de la fama de su padre, y trata de arreglar cosas del pasado de este, quizá para rivalizar o quién sabe por qué.
Los tres primeros cursos en Hogwarts pasan volando, para que no sean tan niños cuando llega el momento de pasar a la acción. Curiosamente, Albus entra en la casa Slytherin, tal como quiso el sombrero seleccionador que ocurriera con Harry, y se hace amigo íntimo nada menos que del hijo de Draco Malfoy, Scorpius. Si no fuera porque ambos muestran interés por las chicas, parecería que sienten algo más que amistad entre ellos.
En la obra teatral hay como dos partes. La primera narra cómo ambos amigos se saltan el colegio para ir a rescatar al pobre Cedric de la muerte en el torneo de los magos del libro cuarto, para lo cual la lían parda durante varios viajes en el tiempo, con lo que se demuestra, digamos, que las críticas de muchos fans sobre el uso desaprovechado del giratiempo no tienen sentido, pues es imposible mejorar algo del pasado sin empeorar algo del futuro. Pero el hecho de viajar en el tiempo nos deja momentos interesantes distópicos en varias realidades paralelas, como volver a tener a Snape vivo, o que Harry pueda ver aunque sea de lejos a sus padres antes de ser asesinados.
En la segunda parte tenemos una, en aparente, amenaza por parte de Voldemort, pues Harry vuelve a sentir dolor en su cicatriz. Pero resulta que la presencia maligna es la hija de Voldemort, que nació de su unión con Bellatrix, algo que a mí personalmente me parece posible, ya que la mortífaga sentía una devoción exagerada por el Señor Oscuro. Este argumento nos deja escenas tan interesantes como la de regresar a la noche en la que Voldemort intentó matar al pequeño Harry y se llevó por delante a sus padres. Quizá es el momento más heroico de la vida de Harry, por encima incluso de estar dispuesto a sacrificar su propia vida para destruir a Voldemort. Saber que está a su alcance salvar a sus padres y no hacerlo, por el bien de la comunidad de magos, es algo propio de un mártir. Pero, como ya he comentado, el giratiempo puede tener consecuencias catastróficas, y la única manera de saber que Voldemort será destruido es dejar que la vida siga tal como tenía que seguir, pues los horrocruces ya estaban todos hechos a esas alturas.
Hay momentos divertidos y algunos espectaculares, dentro de lo que cabe, ya que está pensado para ser representado en un teatro. Ojalá hicieran la adaptación al cine, y con los actores originales, antes de que envejezcan. Aunque ya muchos, por desgracia, han fallecido.
Tanto aquí como en las novelas tenemos que pasar por alto cuestiones como entrar en cuerpos ajenos mediante la poción multijugos, provocando situaciones raras como el beso entre Hermione y su sobrino, que está transformado en Ron en ese momento.
Por poner alguna pega, el tema de la manta donde ponen un mensaje para el futuro no se entiende, porque ese mensaje debía estar desde siempre en otra línea de tiempo, pero en fin, las cosas de viajes temporales son así de liosas. Otra cosa que no me queda clara es cómo entra Harry en la sala de Slytherin, aunque ya se coló en el segundo curso cuando tomó la poción multijugos, pero dice que le parece todo muy verde, quizá por disimular. Quizá entró hablando parsel, pero en todo caso, la sala es sólo para alumnos, y ningún retrato debería dejar pasar a un adulto.
Una de las incógnitas de la historia es a qué se dedican los tres protagonistas de adultos. Hermione como Ministra de Magia tiene su lógica y me parece justo. Harry ya sabemos que no podía ser auror porque no hizo todos los exámenes, pero trabaja igualmente en el Ministerio de Magia.
Harry nunca fue un héroe que actuase en solitario. Él sólo no podría haber derrotado a Voldemort, fue un trabajo en equipo, y aquí pasa igual en el momento culminante del enfrentamiento con la hija del Señor Tenebroso. Cuando dice, yo no puedo vencerte solo, pero sí con mis amigos, volvemos a tener el mismo mensaje de la toda la saga: al final triunfa el amor y el compañerismo por encima del villano solitario que no sabe amar.