El día que habló el agua, de Víctor García-Rayo. Reseña


Editorial: Alfar. Año 2022. 

240 páginas

Género: policíaca, novela negra


Sinopsis:

Esta es una historia de relaciones humanas, de besos y de sangre que arranca con la aparición de un cadáver en el frío suelo de mármol de la catedral de Sevilla, en el coro, a principios del siglo XX. Dos inspectores de policía, un joven seminarista, un periodista con ansias de fama y una inconfesable madeja de amores forman una trama salpicada de asesinatos, persecuciones, excesos de copas y un tratante de obras de arte que sabe más de lo que parece. José Luis Mancilla y Dionisio Cortés, dos avezados sabuesos que van de vuelta tras una exitosa carrera profesional, investigan el crimen del deán de la catedral, cosido a puñaladas. El arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola, vivirá con zozobra, incertidumbre y pasión una primavera inolvidable que se empeña en colmar de sobresaltos las dependencias de palacio. ?El reguero de gotas de sangre arrancaba junto a la base del facistol, justo en el corazón del coro de la Catedral, y permanecía seco besando el mármol del templo en una ordenada hilera de materia mustia que terminaba tres metros más allá, en un charco del que ya sólo existían los bordes que recordaban el lugar exacto en el que expiró Marcelino Gálvez con el pecho atravesado.? Así comienza esta trepidante historia que da cobijo a los comportamientos del hombre y a las relaciones que se establecen entre las personas, y que verá su final cuando un soñador que se siente torero, filósofo callejero y hombre de valores, se reúna con uno de los inspectores. El Guadalquivir, un vapor que se hunde y una obra de arte darán luz a esta oscura trama. ¿Quién es el asesino? La madeja se desenmarañó el día que habló el agua.

Novela de trama sencilla y de ritmo pausado que no cuesta seguir. De hecho, ya la sinopsis desvela demasiado. El estilo podría ser más ágil, pues con frecuencia se rellenan varias páginas para contar lo que cabe en un par de párrafos. Pero el libro quedaría demasiado corto sin toda esa paja, o sin los escarceos amorosos del par de policías protagonistas, que tampoco aportan demasiado a la historia. 

En general la redacción es correcta, con algún desliz como "días" que se corta en di- y despistes menos leves como explicar que un hijo era el  menor y a continuación decir que todas sus hermanas eran mayores que él... Obvio. Pero lo más bochornoso, narrativamente hablando, es cuando te encuentras algo tal que así:

¿Encontraron ustedes un papel?... Sí

Y un par de páginas después, los mismos personajes dicen: 

¿Puedo saber qué encontraron?... Sí, se lo diré, encontré un papel.

Sin comentarios. Bueno, sí, hay que decir que ni siquiera el hecho de tener un respaldo editorial es garantía de que se pulan bien los textos.

Ambientada en Sevilla a principios del siglo XIX, apenas vislumbramos detalles de la ciudad de la época, aunque no falta algún personaje real como el arzobispo Marcelo Spínola. Aparte de la inevitable Giralda, se mencionan los "jardines del alcázar", que debería ir en mayúsculas, pues no se trata de un alcázar genérico sino del conjunto palaciego llamado Real Alcázar.

El autor aprovecha para colar sus conocimientos como periodista taurino a la menor ocasión, como en la escena final, que funcionaría igual dejando el símil taurino aparte. Hablando de toros, un personaje no debe explicarle a otro de su época y condición lo que es un monosabio, es un diálogo metido con calzador sólo para explicárselo al lector que no lo sepa.

Sólo apto para incondicionales del periodista, la tauromaquia y el mundillo eclesiástico.

Spoiler

Para repetir tanto que eran los mejores policías de su época, andan bastante lejos de sospechar del culpable. Que el seminarista mata a la chica, se veía venir. Lo del periodista, como no tiene ni pies ni cabeza, era el conejo sacado de la chistera en el último momento. 

La ciudad de la época no era muy grande, sin embargo, ¿qué pinta la amante en el hospital? Debía ser adivina, porque no iban a avisarla precisamente, pero allí aparece; es más, la esposa sabe quién es esa mujer. Pero no contento con eso, el autor hace que el llamado torerillo de Camas también aparezca por arte de magia en el lugar. Si una coincidencia resulta poco creíble, dos ya suena a que quiere torear nuestra credulidad lectora.

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