Por trece razones, de Jay Asher. Reseña




Sinopsis: Apenas han pasado dos semanas desde el suicido de Hanna, cuando Clay encuentra una misteriosa caja en la puerta de su casa. La caja contiene unos casetes que serán el comienzo de un perverso juego que involucrará a todos los responsables de la muerte de Hanna.



Género: ficción contemporánea, young adult


La serie de Netflix me encanta en sus 3 temporadas, a pesar de su dureza, así que tenía claro que quería leer el libro sí o sí, para comparar. Hay diferencias, como que Hannah se suicida con pastillas en vez de cortarse las venas en la bañera, lo cual es de agradecer porque es de lo más desgarrador de la serie. Aunque no queda del todo claro, pues esa parte obviamente es lo único que no puede contar la chica.


La redacción es sencilla sin grandes alardes literarios, lo cual tiene sentido ya que está narrado desde la voz de los adolescentes. Mantiene bien el ritmo y se lee del tirón. El libro va mucho más rápido que la serie, pues Clay escucha todas las cintas seguidas durante una tarde-noche, mientras deambula y comenta en su cabeza lo que oye, lo cual al principio cuesta hasta que te concentras en alternar la voz de Hanna con sus pensamientos. Para diferenciar, tenemos las palabras de Hanna en cursiva. Mediante las cintas vamos conociendo en modo flashback lo que ocurrió en su vida desde que llegó nueva al instituto.

El libro podría llevar por subtítulo Secretos y rumores en un instituto americano. La radiografía que nos pintan del instituto es terrible, pero por desgracia sabemos que hay todo eso, que las fiestas con alcohol no las inventan los libros de ficción, ni toda la fauna humana, o deshumanizada, que te puedes encontrar tanto en el instituto como en el resto de tu vida.

Clay, a pesar de ser el chico "bueno" o neutral, forma parte de esos que no hacen cosas malas pero tampoco las censuran, o que ven normal o incluso divertido tratar a las chicas como trozos de carne evaluables por los chicos. Y así empieza el drama de Hanna, con una lista de las tías buenas y las cardos de la clase. Cuando su reputación empieza a verse en entredicho, la cosa se complica, hasta el desenlace que conocemos desde la primera página.

Pero a pesar de saber cómo acaba todo, leemos porque queremos conocer a Hanna, necesitamos entender qué le pasa por la cabeza, no solo a ella sino a cualquiera que tome su misma decisión. Al mismo tiempo resulta aterrador poder escuchar en plan desde el más allá a un difunto explicando su calvario, sin poder ayudar. Se trata de un libro que, creo, estaría justificado leerlo en formato audiolibro, o mejor dicho, escucharlo, para entender la papeleta que supone estar en la piel de Clay.

La intención del autor es crear debate, y creo que lo logra. El mensaje va en la línea de reflexionar acerca de la responsabilidad, o no, que podemos tener todos en un caso así. No es una historia triste la mayor parte del tiempo, y es que Hanna tiene su punto de ironía, aparte de ser inteligente, guapa, escritora de poesía y sobre todo, sensible. Quizá sufría del síndrome PAS de persona altamente sensible, pues desde los primeros problemas ya empieza a meterse en un oscuro túnel.

El libro me ha gustado pero, comparado con la serie, parece un breve guión de lo que allí se desarrolla. Me sorprendió que sacasen la segunda temporada pero entendí que era necesario saber qué ocurría más allá del suicidio con todos los implicados en las cintas, y la tercera temporada tampoco me pareció que sobrase, pues en conjunto tenemos una serie que trata de muchos problemas como el acoso, el uso de armas, las drogas, etc. 

Centrándome en el libro, me parece necesario el énfasis que pone el autor en denunciar no lo que puedan hacer ellas para ser víctimas, como vestir de determinada forma o andar libremente por ahi,  sino lo que hacen ellos o lo que creen que deben hacer para reafirmar su hombría ante otros chicos.

Todo afecta a todo, como bien dice Hanna, y todas las piezas de su tragedia se combinan en un macabro puzzle donde todo se va sumando. Sin embargo, lo que más pena me dio fue la parte que le toca a Clay: qué triste querer ayudar a alguien y que no se deje. Clay Jensen es un personaje un poco arquetípico, demasiado bueno para ser real y su único fallo es no saber leer la mente de Hanna. Pero es esa especie de voz moral de lo que debería ser la reacción normal cuando alguien tiene problemas y está en nuestra mano, al menos, intentar ayudar.

La historia es básicamente un alegato contra la incomunicación y demás problemas de la adolescencia, y por eso mismo, contiene un poco de trampa, digamos, pues ella es muy lúcida e irónica y si en vez de dedicar su energía a esas cintas a modo de castigo post-mortem hubiera buscado ayuda, seguiría viva para vengarse de otra manera. Pero así es la adolescencia, todo parece permanente como si el tiempo se ralentizase o como si la idea del futuro fuese aun más aterradora. Pero no lo es, si estás leyendo esto y tienes problemas de adolescente, nada es tan estresante como esa etapa de cambios permanentes, o si es grave te pilla con algo más de aguante.

¿Puede llegar a costar una vida lo que opinen los demás? ¿Cómo es posible no somatizar y quedarse tumbado en una cama en vez de pasar a la acción de manera autodestructiva? ¿Por qué una fase pasajera se ve como algo definitivo sin buscar una alternativa? Nos asomamos a la cabeza de Hanna y podremos sentir curiosidad o lástima, o habrá quien no pueda ni leer por miedo a verse reflejado. Sea como sea, se trata de un libro interesante que plantea interrogantes a los que no da respuesta, ya cada cual le dará la que pueda o quiera.