No
estaba el horno para bollos en cuanto al humor se refiere en la época
que le tocó vivir a Poncela. Una guerra civil y su postguerra no son
precisamente divertidas, aunque por ello mismo el humor era más
necesario que nunca. Y hablo de humor porque Poncela, más allá de
sus grandes dotes literarias, era un gran humorista. Quizá por eso
no tiene el reconocimiento de otros autores más serios, como si
hacer reír fuera un género menor o algo sencillo, que no lo es en
absoluto. Me
parece un hombre fuera de época, que de haber nacido más adelante
estaría hoy en día escribiendo monólogos y guiones de series de
humor que batirían récords de audiencia.
Ya
desde que empiezas a leer sus prólogos comienzas como mínimo a
sonreír, porque nos cuenta las vicisitudes detrás de la obra, cómo
tenía que escribir por narices una obra teatral por compromiso con
el empresario del teatro o lidiar con el ego de algunos actores, etc.
Si eres escritor o aspiras a serlo, es muy interesante cuando comenta
su forma de escribir, haciendo una especie de esquemas y fichas de
cada personaje. Y es que aunque tu género sea el humor, eso no
significa que seas menos disciplinado o profesional a la hora de
escribir.
Escribió
ensayos, novelas, teatros, guiones de cine, etc. Impresiona la
cantidad de obras que produjo:
Su
humor era irónico y medio surrealista, no siempre comprendido por
público y crítica, y murió arruinado con tan solo 50 años,
haciendo tristemente realidad una frase suya: el artista testarudo
que se empeña en hacer arte impopular logra su propósito de morirse
de hambre. Fue valiente al escribir lo que le apetecía, y lo que se
le daba mejor, claro. A ratos puede parecer un misógino, porque
ridiculiza a ciertas mujeres, pero luego te das cuenta de que
repartía caña a todos los personajes por igual, y muchas
protagonistas femeninas son mujeres adelantadas a su tiempo: libres,
activas, sin rodeos en el terreno sexual y con las ideas claras.
He
escogido esta obra en concreto porque es de mis preferidas, junto con
Amor se escribe sin hache y Espérame en Siberia vida mía. Pero hay
muchas otras de gran calidad y bastante conocidas. Algunas fueron
llevadas al cine también. Quizá te suenen estas: Cuatro corazones
con freno y marcha atrás, Eloísa está debajo de un almendro, Los
ladrones somos gente honrada.
Pero
voy ya con la reseña. El título hace referencia a la leyenda
medieval de santa Úrsula, que se supone peregrinó con once mil
vírgenes a Roma. Pero el libro no va de eso, sino de ridiculizar la
figura del típico donjuán, y lo hace con una gracia infinita, con
una frase genial seguida de otra, y de otra, sin parar. Estamos ante
una de las sátiras más divertidas sobre la conquista amorosa que
jamás se escribió. El protagonista es un donjuán que está de
vuelta de todo en cuanto a mujeres se refiere. Tiene un archivo
clasificado con sus más de 36.000 conquistas. Está ya muy aburrido del
asunto y no cree un pimiento en el amor.
Hasta
ahí el libro es muy divertido, pero entonces entra en escena una
mujer, que parece una versión femenina del donjuán, y que de hecho
tiene en su historial más de 37.000 hombres conquistados, y el
protagonista se queda descolocado por completo. Es el antiguo mito de
don Juan y la inocente Inés, pero esta vez ella tiene poco de
inocente. El libro por tanto es cada vez más divertido y más loco,
como el loco amor al que no se sabe si ridiculiza o enaltece o todo
junto.
Un
libro de diez que no puedes perderte y que te hará reír si te gusta
el humor inteligente.
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